Las pandillas son grupos de adolescentes y jóvenes violentos, que cometen
robos, agresiones físicas, atentados contra el patrimonio, entre otras
infracciones a la Ley Penal.
Las más conocidas son:
• Las escolares, que identificándose con el colegio al que asisten, desarrollan
una rivalidad violenta con las de otros colegios, generalmente vecinos.
• Las de barrio, formadas en base a la identificación con un barrio y que
rivaliza con otros grupos similares.
• Las barras bravas, que se organizan en un barrio identificándose con un
club de fútbol, rivalizando con las de otros clubes.
Diversos especialistas e incluso, encuestas realizadas a los mismos
“pandilleros” señalan que el problema se origina por la falta de oportunidades
de estudio o trabajo. También, ante la existencia de hogares desestructurados,
violentos o faltos de comunicación.
Las pandillas constituyen un espacio “alternativo” al que sus integrantes
recurren, donde compensan la necesidad de comunicación y vínculos
afectivos, así como la necesidad de desarrollar un sentido de pertenencia,
estos espacios no son cubiertos en sus hogares ni en su comunidad.
Sin embargo, las actividades que se desarrollan en las pandillas tienen un
carácter inmediatista. En esencia, no contribuyen a su desarrollo personal, y
están al margen del sistema y sus normas. Tienen una consecuencia
fundamentalmente negativa.
Las pandillas reflejan un fenómeno de violencia básicamente urbano. Un
estudio elaborado por la Policía Nacional del Perú y Acción por los Niños en
el año 2000, reportó la existencia de aproximadamente 400 pandillas en Lima
y Callao, lo que representaba alrededor de 14,000 integrantes. Por cierto, el
fenómeno también se ha extendido hacia las provincias del país.
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